00 - Relato corto



Son las 6:43 de la mañana y de repente me despierto con la mente trabajando a mil por hora. El insomnio me ataja en la mitad de un sueño, despertándome en medio de un pensamiento.

 Afuera alguien chifla y me parece muy extraño, como todo lo que sucede durante la noche. Porque la noche, a mi parecer, cubre todo con un halo de misterio que no posee el día. Si alguien silba al mediodía, por ejemplo, es normal. Seguramente está llamando a un perro o saludando a algún vecino. Si lo hace de noche es raro... ¿Qué busca una persona chiflando bajo la luna?

 Me desperté creyendo que estaba de compras en la despensa de mi barrio. Me veía con un número en la mano, de esos que se cortan de los talonarios verdes con los que se organizan las rifas. Era el 00. "Cuando me llamen por mi número" - pensé - "será como si no llamaran a nadie. ¡Que número más vacío,  más "nada"!". 

 Todos los números explícitamente antecedidos por un 0, de hecho, me suenan a "nada". Es como si formaran parte de un código informático que tiene contenido pero que parece que no lo tuviera. Es como la letra H, la popularmente conocida como "la letra muda"; o como el prefijo "a", que niega todo lo que viene después de él.

 A pesar de mi aversión a este tipo de números, recuerdo que una vez uno de ellos significó algo relevante para mí y para un ser querido. Sí. Medio dormida, medio despierta, como estoy, aquellas imágenes viajan desde mi memoria a mi conciencia con facilidad.

 En aquel entonces tenía yo cinco o seis años. Estaba jugando a rellenar crucigramas en el diario de Olavarría mientras esperaba la cena en la casa de mis abuelos, quienes vivían en Loma Negra. En un momento, mi abuelo se acercó a mí y me preguntó: "¿Podés poner un número en estas casillas de acá abajo?" - y señaló la parte inferior de la hoja - "El que vos quieras. Puede ser de una o de dos cifras...".

 Esas casillas formaban parte de un juego de azar que organizaba el diario todos los meses (o semanas, no sé bien en realidad). Era una especie de quiniela local. Si acertabas y escribías en ellas el número ganador te correspondía un premio económico.

 Accediendo al pedido de mi abuelo escribí "01". Al instante, él me miró un poco decepcionado. "Es muy difícil que salga ese número", murmuró. Luego, al ver mi cara de frustración, agregó: "Pero no te preocupes. Dejalo así. Si no tenemos suerte podemos volver a intentarlo más adelante"

 A los pocos días regresé a Mar del Plata con mis viejos y me olvidé por completo del asunto, hasta que unas semanas después mi abuela llamó por teléfono a mi mamá para contarle que en la quiniela del diario había salido el número 01. En consecuencia, gracias a mí habían ganado $600 ($600, allá por el año 1999).

 Mucho tiempo después, mientras tomaba mates con mi abuela paterna (lo anteriormente mencionado me ocurrió con mi abuelo materno), ella me contó algo extraordinario que le había sucedido: un hombre, un conocido suyo, le había revelado un secreto respeto a la quiniela nacional. Le dijo, según me comentó, que se había percatado de que durante todo el último mes había salido, religiosamente, el número 00 a la cabeza cada jueves en la edición nocturna.

 Asombrada, le pregunté si le iba a jugar y me dijo que no, que se mantenía escéptica ante esas afirmaciones (lo cual era un poco contradictorio teniendo en cuenta lo maravillada que se veía al contármelo). 

 Desde ese día, cada semana al salir de la facultad, cada jueves a la noche, chusmeaba los resultados de la quiniela para descubrir en cada oportunidad que el anciano desconocido tenía razón.

 Nunca le jugué, porque nunca juego, porque no tengo suerte para esas cosas. Pero lo ví salir una y otra vez varias semanas más. Luego, se presentó una variante: dejó de salir los jueves a la noche y comenzó a salir los miércoles en la edición vespertina, aunque también a la cabeza. Ahora no sé en qué andará ese enigmático número. Después de un tiempo dejé de seguirle los pasos...

 Son las 7:02 y empiezo a preguntarme si tuvo algún sentido haberme puesto a escribir todo esto. En mi cabeza, en el caos de mi ensueño, todas estas palabras sonaban más bellas y coherentes. En cuanto quise ordenarlas y subordinarlas a la razón, perdieron un poco su encanto.

 Siento, además, que olvidé, en esencia, de qué quería hablar o a qué iba con todo esto. Pienso que, quizás, simplemente me sorprendió hallarme escribiendo un relato sumergida en una ensoñación que fue interrumpida por mis ganas de ir al baño. O tal vez me pareció llamativo ver mi vida como si fuese una serie de secuencias de un código binario, o como si las situaciones que relaté fueran burbujas temporales extrañas por su misteriosa numerología. No lo sé.

 Lo que sí sé es que me enoja un poco estar escribiendo en estas condiciones. ¿Por qué? Porque tengo todo el día, todos los días, a mi disposición para sentarme a escribir. Puedo, con libertad, disponer de muchas horas para imaginar y narrar historias cómodamente. Sin embargo ahora, en medio de la noche, entre sueños de madrugada, con las piernas retorcidas porque mi perro se apropió de una gran parte de mi cama, congestionada por la alergia matinal, es cuando se me ocurren todas estas tonterías y siento la necesidad imperiosa de expresarlas por escrito.

01001110 01101111 00100000

01100101 01101110 01110100

01101001 01100101 01101110

01100100 01101111 00100000

01110000 01110001 01110101 

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